Cuando nací, mis padres me llamaron Rosa María y a través de este nombre y el cuerpo físico donde elegí nacer, fui conformando las diferentes identificaciones de lo que creía ser y, lo que mi alma había pactado vivir para completar su ciclo evolutivo en esta encarnación. Sin saberlo traía una hoja de ruta dónde tenía que superar diferentes tareas de aprendizaje. Elegí nacer en una familia humilde, tradicional, de padre trabajador, autoritario y conservador y madre convencida de que la vida era casarse, tener hijos y ser ama de casa, quizá como cualquier familia tradicional de los años 70.
A pesar de ello, fui bautizada, estudié en un colegio de monjas, hice la comunión y crecí en condicionamientos muy erróneos a cerca de estos temas. Desde muy pequeña me sentí presa en este cuerpo y con ocho años debuté con una enfermedad articular en ambas rodillas, a la que ya denominó crónica la medicina tradicional y alopática.
Soy una persona muy fuerte, con mucha energía, nunca me permití mostrar mis debilidades, limitaciones y sentirme vulnerable a pesar del inmenso dolor físico en el que vivía, pocas personas han sabido de mi historia, gran hiperresponsabilidad, hiperexigencia, necesidad de reconocimiento constante, de estar siempre para los otros, de sentirme mirada, querida y aceptada, parejas muy tóxicas, grandes desencuentros amorosos, incomprendida por todos.
Ha sido gracias a este viaje que la vida tenía preparado para mí en este plano, que yo misma tenía preparado para mi sin saberlo, que comencé a hacerme profundos custionamientos acerca de la vida, del ser humano, de porque venimos aquí, que venimos a hacer y porque tenemos que pasar dolor, sufrimiento, enfermedad, perdidas y muertes.
A los 46 años la Kabblah/cabala tocó a mi puerta, era lo que mi alma llevaba buscando tanto tiempo, comencé un viaje de autoconocimiento, me sumergí en profundas formaciones a través de estudios cabalísticos y maestros que hoy por hoy me han ayudado a reconectarme con mi propósito de vida, con mi misión de vida, con mis dones y capacidades, y me ha ayudado a entender lo que soy, lo que no soy y los porqués y para qués de todo lo que vivo, he vivido, pasa a mi alrededor y pasa en la vida de otros, a entender cómo funciona la tecnología de la realidad.
Actualmente soy otra persona, tengo 52 años estoy en mi mejor momento, me siento sana, plena, en paz, en armonía, feliz, disfrutando de mis relaciones personales, con entusiasmo, vitalidad y con muchísimas ganas de compartir.